Nuestros
horizontes se amplían y conseguimos
aprender y crecer a partir de los acontecimientos que vamos viviendo.
Nuestra imaginación se expande y podemos empezar a controlar nuestra mente.
Es posible
que entonces se nos ocurran ideas y proyectos nuevos. También que podamos aprovechar
nuestra experiencia de forma útil para nosotros. Las dificultades que hayamos encontrado no nos van a hacer retraídos
y temerosos, sino que nos van a servir
para ensayar diferentes formas de conseguir lo que queremos.
Para eso
será necesario que podamos descubrir cuáles son
nuestros objetivos en la vida.
Dedicar diariamente un tiempo a reflexionar sobre cuáles son nuestros
objetivos, o como estamos progresando en aquello que nos propusimos, nos va a permitir calmar nuestra mente y
clarificar nuestras ideas.
Esta
reflexión se puede realizar a solas o dialogando con alguien que sea capaz de
escucharnos sin emitir juicios críticos .Pero siempre en un lugar tranquilo.
Si somos constantes y realizamos esa reflexión diariamente al cabo de
poco tiempo empezaremos a sentirnos más calmados interiormente y va a ser más
fácil que nuestras ideas fluyan de una manera natural.
Podremos
entonces conocer mejor cuales son las cosas en las que deseamos invertir
nuestra energía y cuáles son las cosas que consideramos realmente valiosas.
Si hemos
encontrado lo que verdaderamente es nuestro objetivo en la vida y dedicamos a
ese objetivo toda nuestra energía observáremos como nos sentimos
satisfechos con nuestra vida.
La
felicidad seria la consecuencia de conseguir que nuestra vida tenga algún
sentido a partir del contenido que nosotros le damos. La felicidad no puede ser el objetivo sino el efecto secundario de
sentirnos realizados a nivel personal.