Recibimos continuamente estímulos desde
el exterior que hacen que nuestra mente responda de forma automática. Si no
gobernamos nosotros nuestra propia mente, nos sentimos cansados y confusos.
Podemos conseguir sentirnos mejor con
nosotros mismos, si somos capaces de controlar nuestra mente.
Las condiciones para conseguir ese
objetivo serian:
Los tres
puntos anteriores podrían resumirse en uno: aumentar nuestra capacidad de concentración. En las
teorías budistas eso se consigue a través de la meditación. Ser consciente de
la respiración, ayuda a concentrarse. A
partir de la concentración podremos llegar a
la introspección y seremos más conscientes de cuáles son nuestros deseos
más auténticos. Para meditar no es necesario ir a parajes lejanos. Se puede
meditar en nuestro propio hogar.
Cuando
aparecen pensamientos que nos distraen y nos alejan de aquello que estamos
haciendo, nuestra tarea se entorpece. Lo más importante es bloquear esos pensamientos
intrusos en cuanto aparecen. Hacernos conscientes de su existencia y
observarlos como algo externo a nosotros, es una forma de detenerlos. Es una
forma de impedir que nuestra mente quede atrapada de forma automática en esos
pensamientos.
Observar y
escuchar los estímulos de nuestro alrededor es una forma de hacernos
conscientes de ellos y que no
nos atrapen de forma automática. Podemos hacer la prueba, cuando alguien
intenta convencernos de algo para su propio interés, escuchemos las palabras
que dice y como las dice, observemos sus
gestos, su manera de expresarse. Si observamos y escuchamos atentamente, nos resultará más fácil
concentrarnos. Probablemente conseguiremos información que nos va a ser más útil
que si escuchamos las palabras literales que dice esa persona.
Podremos entonces tomar nuestras propias
decisiones de acuerdo con lo que realmente queremos sin dejarnos llevar por nuestros
impulsos.