Los
pensamientos surgen de forma continua, sucede como con nuestra respiración: pensar nunca se detiene,
forma parte del estar vivo.
Los pensamientos
surgen de forma a veces caótica, no
parecen tener relación unos con otros y a veces nos preguntamos:” ¿cómo es que
ahora se me ocurre pensar en esto?”.
Si dejamos que nuestros pensamientos fluyan libremente y
los observamos con calma, nos daremos cuenta de que aunque no parezcan tener
relación unos con otros, hay un hilo común entre ellos, según sea nuestro estado de ánimo y según cómo
nos sintamos en relación a alguna circunstancia que estemos viviendo.
Nuestros
pensamientos pueden tener una carga emocional positiva o negativa, pueden estar
expresando alegría o tristeza y estos diferentes tonos emocionales a veces nos pueden llevar a reaccionar de
forma impulsiva, como si tuviéramos que resolver algo.
Si podemos
detenernos a observar nuestros pensamientos con cierta distancia, lograremos
entender algo acerca de lo que está pasando por nuestra mente. Esto nos permitirá
observar lo que estamos pensando con cierta distancia y con mayor objetividad.
Veremos, entonces, más claro cuáles son las decisiones que debemos tomar.
Estar atentos a nuestros
pensamientos de una forma plena nos ayudará a aceptarlos, dejarlos pasar sin
reaccionar de forma automática, nos hará conscientes de que es lo que estamos experimentando
y de cuales son nuestras emociones y nuestros
sentimientos.
Para poder
lograr todo esto deberemos ser capaces de tolerar la incertidumbre que nos
provocan ciertas situaciones y también flexibilidad para poder analizar nuestros
pensamientos de forma abierta y sin trabas.